escuchaste la campana a lo lejos y miraste la pared.
-Me odias, no-dijiste y ella chasqueo los dedos, miró hacia otro lado. techo, piso, dimensiones inexistentes incluso, todo menos tu rostro.
-No podría,-miente-estás exagerando como siempre.
sacudes la cabeza y sorbes un poco de tu soda. este tipo de actitud es lo que te revienta de verdad.
-Claro-agregaste resignado.
era inútil también pedir razones de su parte, nunca las tenía: ni razones, ni causas, ni nada que decir excepto frases banales construidas de sonrisas y ojos marrones que brillaban bajo el sol.
-Quita esa cara y come, ¿quieres?-endulzó la voz para suavizar el ambiente y continuó comiendo. pensaste en ti mismo y en ella, en el futuro que les esperaba si seguían juntos y en tu miseria. comiste en silencio.